Sinopsis: Chernóbil, 26 de abril de 1986. «Cierra las ventanillas y acuéstate. Hay un incendio en la central. Vendré pronto». Esto fue lo último que Vasili Ignatenko, un joven bombero, dijo a su esposa Liudmila antes de acudir al lugar de la explosión. Nunca regresó. Y en cierto modo, ella no volvió a verlo, pues en el hospital su marido dejó de ser su marido. Todavía hoy Liudmila se pregunta si su historia trata sobre el amor o la muerte.
En Voces de Chernóbil, Alexiévich recoge muchas historias con esa doble naturaleza, ya que el libro está planteado como si fuera una tragedia griega, con héroes marcados por un destino fatal, cuyas voces fueron silenciadas durante muchos años por una pólis representada por la antigua URSS. Pero, a diferencia de una tragedia griega, aquí no hubo posibilidad de catarsis.
«Voces de Chernóbil» era un libro que tenía pendiente desde hace mucho y que compré en cuanto me enteré de que su autora fue galardonada con el Premio Nobel de la literatura en el 2015.
Se trata de una crónica que recoge los testimonios de diferentes personas afectadas por una de los mayores tragedias en la historia de la humanidad. Los diferentes capítulos son entrevistas (o monólogos, como los denomina la autora) que Alexiévich seleccionó entre las más de quinientas que realizó a lo largo de diez años para así proporcionar una versión más humana de los hechos. Esto permite abordar el tema de una forma mucho más interesante y no tan fría como en un libro de historia; lo que más me impactó fue conocer la forma en la que se les mintió a la población y a los técnicos que fueron enviados sin ningún tipo de protección a investigar el desastre. Con respecto a esto último, la entrevista que más me impresionó fue «Monólogo acerca del poder ilimitado de unos hombres sobre otros», en la cual un físico admite la forma en la que el gobierno de la URSS hizo todo lo posible por ocultar las consecuencias de la explosión del reactor.
En estas páginas encontramos personas con diferentes ideologías y de todas las edades: esposas de liquidadores (es decir, aquellos que fueron enviados a evaluar los daños del reactor), ancianos habitantes de zonas rurales cercanas a Chernóbil, ex miembros del Partido Comunista, físicos, bomberos y niños que hasta el día de hoy padecen los efectos de la radiación.
Además, la autora incluye a modo de prólogo una «entrevista consigo misma» en la cual expresa los motivos que la llevaron a elaborar esta crónica y también aporta su propia opinión y reflexiones después de realizar las entrevistas.
Los diferentes testimonios están agrupados en tres secciones.
La primera sección, titulada «La tierra de los muertos», ofrece una visión general de la tragedia y cómo la misma afectó a los diferentes familiares que perdieron seres queridos cuando fueron enviados a investigar el reactor. Además, presenta la perspectiva de los soldados que, sin saberlo, fueron enviados a morir. También nos muestra cómo de la noche a la mañana muchas personas fueron marginadas por haber sido contaminadas por la radiación:
«Y un día, de pronto, te conviertes en un hombre de Chernóbil. ¡En un bicho raro! En algo que le interesa a todo el mundo y de lo que no se sabe nada. Quieres ser como los demás, pero ya es imposible. No puedes, ya es imposible regresar al mundo de antes. Te miran con otros ojos. Te preguntan: "¿Pasaste miedo ahí? ¿Cómo ardía la central? ¿Qué has visto?». O, por ejemplo, «¿Puedes tener hijos? ¿No te ha dejado tu mujer?". En los primeros tiempos, todos nos convertimos en bichos raros. La propia palabra "Chernóbil" es como una señal acústica. Todos giran la cabeza hacia ti. "¡Es de allí!" Estos eran los sentimientos de los primeros días. No perdimos una ciudad, sino toda una vida».
En «La corona de la creación», la segunda sección, las entrevistas giran en torno a las consecuencias ambientales y biológicas de la radiación, pero sin tratarlas desde un punto de vista técnico o científico (a pesar de que se incluyen un par de entrevistas a especialistas).
Por último, «La admiración de la tristeza» nos muestra cómo vive hoy en día la generación que "heredó" Chernóbil. En mi opinión es la sección más desgarradora de todas porque incluye testimonios muy crudos, tanto de adultos como de niños que se han acostumbrado a convivir con la muerte y que no comprenden por qué su esperanza de vida es tan reducida.
Por último, «La admiración de la tristeza» nos muestra cómo vive hoy en día la generación que "heredó" Chernóbil. En mi opinión es la sección más desgarradora de todas porque incluye testimonios muy crudos, tanto de adultos como de niños que se han acostumbrado a convivir con la muerte y que no comprenden por qué su esperanza de vida es tan reducida.
«Mi madre se viste a menudo de negro. Con un pañuelo negro. En nuestra calle cada día entierran a alguien. Lloran. Oigo la música y corro a casa para rezar, recito el padre nuestro. Rezo por mi madre y por mi padre».
En resumen, «Voces de Chernóbil» es un gran libro que permite conocer la historia desde una perspectiva más humana a partir de la experiencia de personas que hasta el día de hoy padecen las consecuencias de la tragedia. Los testimonios son desgarradores, pero gracias a ellos se puede aprender mucho. Una lectura super recomendable para aquellos que les interese conocer más del tema, no es un libro pesado.